Cuando estoy en un país donde no entiendo el idioma, las vidrieras de las librerías funcionan como un imán. Si es necesario, cruzo la calle. No para comprar libros. Ni siquiera para hojearlos. Juego a identificar títulos o autores y me exalto cuando reconozco alguno.
Tengo esta adicción desde hace años. La piedra fundacional fue en un Airbnb en Zagreb cuando identifiqué Como agua para chocolate en croata. Y eso que no lo leí, no era un libro importante para mí. La exaltación fue por reconocerlo.
Llegué a Belgrado después de pasar unos meses en Argentina. De nuevo un idioma extranjero y, después de casi un año y medio, el reencuentro con el alfabeto cirílico (en Serbia usan ambos: latino y cirílico).
Me gusta perderme, mirar a mi alrededor y que todo sea ajeno. Entender, solo si me esfuerzo —si voy letra por letra—, algún que otro cartel. Me gusta descubrir cómo se escriben palabras familiares en idiomas desconocidos. Pero, sobre todo, me gusta poder alimentar mi adicción y salir a la caza de títulos y autores que pueda reconocer.
El primer hallazgo, que está en casi todas las vidrieras (lo que hace un Nobel) y es fácil de identificar, es Vegetarijanka de Han Kang.
¿Vale la pena atravesar el umbral y ver qué hay más allá de los libros que eligen para los transeúntes? Un artículo en Google dice que Belgrado no se caracteriza por librerías ‘interesantes’; ese fue el motivo por el cual la brecha entre mis expectativas y lo que me encontré fue tan grande.
El artículo no me ayudó así que busqué en Google Maps bookstore, bookshop, miré las fotos y las guardé en mi mapa con una estrellita.
Knjižara Akademija (Librería Academia)
Desde que vi la foto en Google Maps supe que sería mi favorita. Llama la atención desde afuera porque sus ventanales altos dejan ver su interior a través del cristal: tiene mesitas redondas para tomar café, sillones mullidos y lámparas colgando del techo que parecen de las de un palacete.
Es la primera que visito.
Por qué me gusta estar rodeada de libros si ni siquiera puedo hojearlos es un misterio; rodeada de historias que no puedo descifrar. Quizás es porque me evita la sobreexcitación que me produce entrar a una librería con libros en español —cuando, de forma involuntaria, empiezo a hacer un listado de todo lo que quiero leer—. No entenderlos es una barrera protectora.
Los pasillos son angostos. Como estamos en invierno, los roces con otras personas son solo entre los abrigos.
Una sala está dedicada por completo a libros en inglés. Mi nivel de exaltación aumenta. Hay grandes, pequeños, con detalles dorados, coloridos, minimalistas. ¿Los libros entran también por los ojos como la mayoría de objetos en este mundo?
Delfi knjižara „Borislav Pekić“ | Laguna – klub čitalaca
Esta es la librería más grande, tiene cuatro pisos. En el primero hay una cafetería y libros en inglés. Nada en español. Mucha gente.
Desde que la marqué con una estrellita no dejo de pensar en el nombre. ¿Por qué en español? Le pregunté a Chat GPT y me dijo que laguna en serbio se dice igual que en español: laguna (лагуна en cirílico). Pero, además, me dijo que no es el nombre. Confuso. La librería se llama Delfi knjižara „Borislav Pekić“, y Laguna – klub čitalaca parece ser el nombre de una cadena o club de lectores asociado a ella.
Sea o no el nombre, me llamó la atención encontrar una palabra familiar, aunque se siente lejana al estar acompañada de otras inentendibles.
Acá encontré libros de Kafka, pero no pude darme cuenta del nombre, tuve que preguntarle a la inteligencia artificial qué significa Zamak (El Castillo). Si tuviera los títulos de Kafka más frescos, me hubiese dado cuenta con mi propia inteligencia.
Librería Bookastore
Esta librería es la más pequeña que visité, pero también tiene cafetería y, quizás por su tamaño, es más acogedora.
Es la única donde encontré dos libros en español: uno de la escritora serbia Jelena Lengold y otro del escritor serbio Radoslav Petković.
Además encontré libros de Neruda y de Manuel Puig en serbio.
Knjižara Dereta
Esta librería es la que me resultó menos atractiva visualmente: no tiene decoración para destacar ni cafetería, pero su techo abovedado le da un encanto especial.
Además, en esta librería me di cuenta de que poesía se escribe poezija. Y en la vidriera vi un libro de Pol Oster. Qué raro verlo escrito así, tuve que decirlo en voz alta para darme cuenta de que suena igual a Paul Auster.
No le encuentro lógica a esta adicción placentera de jugar a reconocer libros en idiomas imposibles, pero en Belgrado me divertí mucho.
Me gustaría saber si alguien más tiene esta manía 🤓.
¡Hasta la próxima!
Pauli
También me podés leer en De viajes y otros demonios
P. D. Si te da curiosidad, en los últimos minutos sobre esta guía de viaje por Belgrado podés ver algunas imágenes de estas librerías.
P. D. 2. ¿Llegaste a este artículo de casualidad? Acá podés leer de qué se trata Escritorio compartido y suscribirte para ser parte. Y si te gustó, compartilo y traé amiguis 🤗.
Me gustó esto "No entenderlos es una barrera protectora" pero a mí no me funciona. Lo que te pasa a vos con los libros (que a mí también), me pasa con las lenguas: ¡quiero saberlas todas!