"El escritor más bien es un inadaptado, no soporta el mundo tal como se lo dan"
Entrevista a Gabriel Pantoja, escritor y psicoanalista cordobés
Cuando veo una vaca me acuerdo de Gabriel. No porque se parezcan, no. Porque Gabriel escribió un libro de poesía que se llama 327 vacas. Y antes otro que se llama Crack.
A Gabriel lo conocí hace más de una década y media cuando mi hermana me presentó al chico con el que salía —hoy, formalmente, mi cuñado—.
Como nunca le pregunté sobre su proceso de escritura, invitarlo a responder estas preguntas me pareció la excusa perfecta.
Gabriel es psicoanalista y escritor, aunque deja de ser escritor cuando escribe.
Leer sus respuestas me hizo reír, pensar y querer leer todos los libros que nombra.
Esperamos que la disfrutes y que después de leerla nos cuentes qué te pareció.
“Que para escribir hay que dejar de ser escritor. Es crucial. Después todos los otros, sobre todo si son consejos, los olvidé. Los consejos no sirven más que para inhibir la escritura. Creo que hay que salir. Salir a jugar. Si el juego te encuentra escribiendo, ahí hay algo”.
🪷
1. Si tuvieras que presentarte ante alguien que nunca te leyó, ¿qué le dirías de vos y de tu escritura?
El difícil arte de presentarse, ¿eh? Me digo: ¿seré capaz de hacer magia verbal y meter en dos patadas una definición? Sé una cosa: no. Sé otra cosa: me gusta la magia verbal y también intento practicarla y sé que fracaso. Magia verbal es un término que utilizó un escritor argentino, Germán García, y ahora uso esa expresión. Pienso que la magia verbal es una práctica que te pone de cara al fracaso, digamos, de las definiciones. Porque la magia es escapar, muchas veces, de las definiciones, ¿no? Samuel Beckett es el que me viene a la mente para recordarme eso de: fracasa una vez y otra y otra vez más, decía Beckett. Me gusta esa cita. Así que diría, como alguien que lee y que escribe, que soy el efecto de todo eso, el defecto también; y, a veces, puedo hacer fracasar alguna expectativa con lo que escribo. Para ser más directos, diría a quien nunca me leyó que, cuando me lea, lo voy a decepcionar. Porque así como a mí me sucede otra cosa que la que espero cuando escribo, perfectamente puede sucederle otra cosa al que me lee. Si, por ejemplo, espera de un poema que sea un poema de amor, lo voy a decepcionar. Porque donde puede ir el amor, en mis poemas va otra cosa. Por ejemplo, vacas. Y eso no quiere decir que ame a las vacas, sino que amo las claves que me permiten poner en un poema otra cosa donde va el amor, y así. Bueno, es el ejemplo que se me ocurrió para salir rápido de esta pregunta.
2. ¿Cómo describirías tu relación con la escritura hoy?
Un amigo que leyó un texto que le había pasado hace muy poco me dijo: si trabajaras en un circo, serías contorsionista. Me reí. Y un poco puede ser, porque a veces escribo nada más como un juego, un vínculo que se establece por ese placer encontrado entre las palabras y las cosas, y juego bastante con las repeticiones, insisto con algunas frases, las doy vuelta y encuentro variaciones, pequeñas diferencias que a veces me asombran. La paso bien. El que me lea sin tomarme en serio, también la puede pasar bien. Me vinculo, en ese sentido, más al arte de la comedia que a otra cosa. Creo que lo que encuentro al escribir, después de todo, es que puedo no tomarme en serio yo, y así puedo leer algunas cosas de otra manera; tomo, en cambio, bastante en serio la escritura.
3. ¿En qué momento empezaste a llamarte escritor? ¿Qué sentiste cuando lo hiciste?
Es raro. Siempre asecha ese síndrome del impostor, así lo llaman, ¿no? Me acuerdo de una cita o dos citas, una de Vila-Matas donde dice que para escribir hay que dejar de ser escritor. O sea que el acento está en escribir, no en ser. Otra cita de Margarite Duras que decía: escribir es saber lo que escribirías si escribieses. Es como decir, entonces, que no se escribe nunca o que la cosa en la escritura no se detiene en el ser. También es una línea muy fina: cuando se pierde el ser –el ser escritor, para el caso- se produce la escritura como acto. El goce de escribir es eso: un particular goce de verse tocado por lo vivo que hay en el lenguaje. Está en el ejercicio de ir hacia un lugar que no está asegurado. Imagínate que te tengas que asegurar ser escritor. Es un lío y es demasiada inflación. Ahora, se trata de una cosa, digamos, social: sos escritor cuando alguno que leyó el libro que publicaste te pregunta por el “ser”, lo que entonces hace que seas escritor es lo que pasó con lo que escribiste y, lo que puede pasar, es que a veces viene un lector y te dice algo de lo que sos. Te dice, por ejemplo, que trabajas en un circo y sos contorsionista.
Estas son mis posesiones:
La lluvia interminable en los patios de un pueblo anaranjado
Yo que estudiaba algún asunto sobre los poetas sirios
Yo que escuchaba en las pausas la Cantata de los puentes
Yo que era todo lo que no estaba aquí, y aquí eran todos los lugares
Yo que iba hacia una estación vieja y anunciaba el Otro es un lugar
Y ese patio ahora es un lugar
Fumo mirando el agua reluciente en los pastos
Me acuerdo de la carta de Nazim Hikmet a una hija, me acuerdo
de la carta de Al Magut a su mujer
Tengo ya la nostalgia del momento de esa nostalgia de momento
Había un ruido en la madera de la persiana
El agua de lluvia crecía como el aullido de los lobos
en una estación vieja
4. ¿Tenés alguna rutina o ritual que te ayude a escribir?
Como soy padre de dos hermosuras de la existencia existencial y un marido aburrido que se la pasa embarcado en movimientos cotidianos algo demandantes y sucundún, mi rutina es levantarme antes que se despierte el sonido de todas las demandas, en la mañana. Tipo seis o siete. Y ahí leo y, si se da, escribo. Sí, escribo como si fuera un accidente de la voluntad. Porque digamos que siempre quiero leer. Yo quería leer, quería leer cosas serias e importantes, quería leer sobre nutrición y cosmética y finanzas, sobre el origen de la guerra de Rusia, pero acabo escribiendo sobre escarabajos o sobre vacas. Después locamente algo pasa en la vida cotidiana y justo en esos días sale la serie de El eternauta, y hay eso, en la serie hay guerra, apocalipsis, modificación en la cosmética y las finanzas, algo parecido a la pandemia, y después aparecen unos bichos extraños, parecido a escarabajos o parecidos no, son los escarabajos gigantes como vacas o más grandes que las vacas, son –en definitiva- los escarabajos que escribí. Sorpresa. Entonces la cosa se pone seria o por lo menos loca o seria, y le cuento esto a mi marida, y mi marida me recuerda que no estoy ocupándome de las finanzas, y yo le digo que hay que financiar, pero que financiar quiere decir: fin- ansiar, poner fin a la ansiedad. Entonces marida se ríe, por unos segundos cree que soy un marido no aburrido y podemos seguir después de forma menos atroz con la vida cotidiana. Quiero decir que la cosa parece suceder así: en medio de las cosas tan serias e importantes, uno puede hablar de otra cosa, no ignorarlas, sino tratarlas bajo otros métodos. Esa desviación de lo que se supone importante, es un efecto de la escritura también. La escritura es, como dice Freud, el inconsciente estructurado como un witz, una ironía, chiste, sarcasmo, comedia. Una manera diferente de responder a la angustia existencial. Bueno, etcétera. Kafka en una de las entradas de su diario escribía: “estalló hace unos minutos la guerra, por la tarde voy a natación”. Es otro escritor fracasista Kafka. Fracasista, me estoy acordando, es una palabra que utiliza Julio Ramón Ribeyro en un libro que reúne sus diarios como escritor, el libro se llama Tentación de fracaso. Fracasista parece querer decir que se escribe en el fracaso de los discursos, en el fracaso de las cosas que se pintan demasiado sólidas, y ya se sabe: todo lo sólido se desvanece, antes o después, en el aire.
5. ¿Qué opinás del mito del escritor atormentado? ¿Te sentís parte o lejos de esa imagen?
El escritor es como cualquier atormentado, supongo. Pero creo que pasa otra cosa: el escritor puede ser un atormentado, pero cuando escribe, mientras escribe, sucede otra cosa que su tormento. Está su relación a lo que dice, a cómo utiliza la lengua, la música en que se suceden las cosas que dice. La música es el humor estructural de las palabras. A lo mejor cuando escribe trata su tormento. Tiendo más a imaginar que no es del todo mítica esa imagen del atormentado o es un mito que de algún lado sale, un poco cierto es, pero en otra medida: el escritor más bien es un inadaptado, no soporta el mundo tal como se lo dan, el mundo es escalofriantemente insoportable o insoportablemente aburrido, y hay que encontrarle la vuelta para agarrarlo. Es como esa frase que dice que hay que encontrarle la vuelta al chancho para agarrarlo. Bueno, el mundo necesita una escena a la que a veces es necesario subirse para actuar. Imagino que el escritor no acepta la configuración de esa escena tal como se la quieren presentar desde afuera, y se mete con las palabras que le vienen de afuera a ver si se las puede apropiar un poco, a ver si otro poco las atrofia, de hecho los escritores que más me gustan son los que atrofiaron las cosas con palabras de tal manera, que hasta parece que cambiaron el mundo. Pero no cambiaron nada, se ocuparon de su relación a las palabras de una muy particularísima manera, de una única manera, desde una atrofia íntima que a ellos les funciona digamos bien, les funciona para hacer más vivible el mundo, su mundo, ¿no? Bueno, es un lío, pero puede ser un lío entretenido. Otra comedia de enredos.
6. ¿Qué consejo sobre escribir o sobre ser escritor te quedó grabado?
Ese que mencioné arriba. Que para escribir hay que dejar de ser escritor. Es crucial. Después todos los otros, sobre todo si son consejos, los olvidé. Los consejos no sirven más que para inhibir la escritura. Creo que hay que salir. Salir a jugar. Si el juego te encuentra escribiendo, ahí hay algo. Si el juego te encuentra yendo en bici al parque, eso es buenísimo, es como dice Vicente Luy -un poeta que vivió en mi ciudad natal-: “lo importante no es escribir”. Y estoy de acuerdo. Porque lo importante son los escarabajos, las bicis, y los dibujos geniales que hacen mis hijos y los cosmos y los zapallos de Macedonio que hacen cosmos, y los cosmos que crecen en el patio que cultiva mi marida, ah, cierto que yo tenia que responder cosas muy serias. Me olvido. Pero los cosmos son hermosos y dibujar palabras en el aire también.
7. ¿Podés recomendarnos una lectura que te haya marcado especialmente?
Está bueno eso de que una lectura se vincule a una marca. Bueno, me marcó leer a Freud y a Lacan, y seguir leyéndolos, son una marca irremediable. Me marcó notar cómo Lacan transformó la forma de leer a Freud. Me marcan los libros que coindicen con la posibilidad de una transformación, sí. En esa misma línea puedo mencionar una novela de Enrique Vila-Matas, El mal de Montano. Y otra del mismo autor: Mac y su contratiempo. Y también Museo de la novela de la Eterna, de Macedonio Fernández. Clarice Lispector, con La pasión según GH. Me fascinó la novela Eisejuaz, de Sara Gallardo. El Aleph y Tlön Uqbar Orbis Tertius de Borges me voló la cabeza. Bastante me gustó también encontrar que parecidas cosas hacían con las ideas y las imágenes y el lenguaje, solo que de otra forma, los poetas Roberto Juarroz, Joaquin Gianuzzi, Bustriazo Ortiz, Cesar Vallejo, entre muchos otros. Me conmovió mucho también encontrar Literal, una revista Argentina que hacía unas cosas muy curiosas con el psicoanálisis y la escena literaria y política de los años 70.
Gracias, Gabi, por estas tremendas respuestas.
Si te gustó esta entrevista, compartila con alguien que ame leer y escribir tanto como vos.
✍🏼🧉 🪷 Gracias por venir :) Pauli y Danie.🪷 🧉 ✍🏼
🧉 Más sobre Escritorio Compartido: es por acá.